Hola, amigos.
Voy a contaros mi historia. No es una historia de amor ni tiene un final feliz,… pero es la única que tengo por haber nacido feo, feo, feo,.. pero que mu feo.
Nada más nacer, no fui el primero en llorar: lloraron antes mi madre, la matrona, las enfermeras, el médico y hasta el celador. El doctor salió a la sala de espera y le dijo a mi padre: “Lo sentimos mucho. Hicimos todo lo que pudimos, pero el bebé finalmente ….. ha sobrevivido”. Después, en vez de felicitarle, le pegó un par de buenas hostias.
Me pusieron Ataulfo, como absolutamente ningún miembro de mi familia. Me cuentan que mi padre quería conocerme así que pasó por la sala de maternidad, luego por la de niños feos, luego la de fenómenos, luego la de monstruos, luego la de adefesios, después la de mutaciones, la de errores de la naturaleza, la de bultos sospechosos, hasta que por fin dio con mi sala: ponía en letras rojas muy grandes: "ATAULFO. NO ENTRAR”.
Cuando la matrona me entregó a mi madre, la pobre preguntó que donde estaba la cámara oculta…. Realmente no sabía si quedarse conmigo o con la placenta… y menos mal que lloré porque la matrona al principio pensó que yo era un tumor y no un niño. Como nací prematuro me metieron en una incubadora con los cristales oscuros para que no pudieran verme desde fuera. Aprendí a andar por mi cuenta a los 2 meses de vida: nunca nadie quiso cogerme en brazos.
El cura se negó en redondo a bautizarme y en cambio me hizo un exorcismo. Finalmente el pobre D. Andrés, el párroco, aceptó bautizarme pero a condición de que fuera en el arroyo, desde lejos, con una pistolita de agua…. y de noche.
Mi madre jamás me dio el pecho porque decía que sólo me quería como amigo. Así que en vez de darme la teta, me daba la espalda… y muy de vez en cuando, no siempre. De chico ella siempre me ponía en la cabeza unos gorros muy extraños. Con la edad descubrí que no eran gorros sino bolsas de plástico para la basura.
<--[endif]--> También recuerdo que de niño jamás me llevaron al circo a pesar de que me gustaba mucho. “El que quiera verte que venga a casa”, decía mi madre.
<--[if supportLineBreakNewLine]-->
Bueno,…y que contaros de mi padre: el pobre llevaba en su cartera la foto del niño que ya venía de propaganda en la cartera cuando la compró en vez de la mía.
<--[endif]--> Recuerdo que cuando tenía unos 7 u 8 años de edad, me perdí en un parque. Llorando, le pregunté a un policía si creía que íbamos a encontrar a mis papás y me contestó: “Yo que sé, so feo,… hay un montón de lugares donde se han podido esconder”.
<--[if supportLineBreakNewLine]-->
La verdad es que tengo que reconocer que era feo, feo, feo… pero que mu feo. Y si no, fijarse: mis padres tenían que atarme un trozo de carne fresca al cuello para que así al menos nuestro perro quisiera jugar conmigo. Pronto me di cuenta que a mis padres no les gustaba yo mucho: mis juguetes para la bañera eran una radio, un tostador eléctrico y un secador de pelo. .. . . todos debidamente enchufados a la red. ¡Qué os voy a decir Hasta mi ángel de la guarda prefería dormir en otro dormitorio diferente al mío.
Sí amigos, yo soy mu feo, tan feo que una vez me atropelló un camión y gracias al accidente quedé mejor. La gente siempre me miraba 2 veces porque la primera vez no se lo creían… y ¡qué curioso.. cuando me despertaba por las mañanas el sol siempre se escondía.
Estando un verano de campamento en la montaña recuerdo que los lobos hacían grandes hogueras para que no me acercase. Cuando jugábamos al escondite ningún amigo nunca iba a buscarme… con deciros que un día tiré un boomerang y jamás regresó.
Ese mismo verano me secuestraron. Los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi padre les contestó que quería más pruebas, muchas,.. muchas más pruebas.
Yo creo que no pagaron el rescate porque en casa éramos muy pobres, pero eso sí, a pesar de nuestra situación económica, muy honrados. Mi padre era tan honrado que un día encontró un trabajo,.. y lo devolvió. Por eso yo tuve que trabajar desde niño. Trabajé en una tienda de animales y la gente no paraba de preguntarle a mi jefe que era y cuanto costaba yo. Me encantaban los animales: recuerdo que cada vez que iba al zoológico me tiraban avellanas y galletitas los monos. ¡Qué bien me lo pasaba
En mi pueblo me tenían terminante prohibido entrar en lugares públicos y hacer video-llamadas. Intenté entrar en el club de feos de mi pueblo pero Robustiano, el presidente, me lo impidió: decía que me excedía. En 1998, se celebró un concurso de feos en la Plaza Mayor pero tampoco me dejaron participar: me dijeron que no admitían profesionales.
Sin embargo, un día de feria, entré en la Casa del Terror… ¡y salí con un contrato de trabajo ¡Qué suerte
Ya de mozo, una tarde me llamó una chica y me dijo: "Ataulfo, ven a mi casa que no hay nadie". Y efectivamente cuando llegué no había nadie. Recién sacado el DNI lo perdí y cuando lo encontré meses después las ratas se lo habían comido todo… menos mi foto.
Invitado a un programa de la tele, intenté ligar con Betty, la Fea, pero me dijo la chiquilla que lo nuestro era imposible,.. que le daba miedo.
Con el tiempo logré casarme. A mi mujer le gusta mucho hablar conmigo después del *****: solía llamar a casa desde el motel donde estuviera. A mi también me gustaba mucho ayudarle en la cocina pero cada vez que pelaba una cebolla, no lloraba yo,.. lloraba la cebolla.
En una ocasión mi psiquiatra me dijo que yo estaba loco. Yo le comenté que quería escuchar una segunda opinión. “De acuerdo”, me respondió, “además de loco es usted feo, feo, feo,…pero que mu feo”. Al salir de la consulta lógicamente decidí suicidarme. Cuando me iba a tirar desde la azotea de un edificio de 70 pisos, me enviaron un cura para que me diera palabras de aliento. Todavía recuerdo perfectamente aquellas palabras: ” ¡En sus marcas, preparado, listo… ya”
¡Ay, la muerte Aún me viene a la cabeza que el último deseo de mi padre antes de morir fue que me sentara en sus piernas: lo habían condenado a la silla eléctrica.
Bueno, amigos, como sé que estaréis pasando un rato muy desagradable y que os sentiréis afligidos y muy apenados, casi a punto de llorar, quizás mejor seguiré otro día con mis historia.