Aquella que porto desde cada mañana al mismo instante de un despertar
infestado cada pasado pasaje con una miríada de falsos recuerdos
espejo de cristales rotos que laceran el tejido de mis propias emociones
vil hueso nihil de polvo y reflejado abandono y nada más
sujetado por otrora niño ahora atrapado en la espiral de desverdades
Ella niega la acción de toda palabra hermosa que brote de mis dedos
No tengo boca para pronunciar nada solemne que no se haya ya mencionado
Y aún así me calla y me mira en un no mirar, de ojo hueco, nublado e inexistente
Es la calavera, el cadaver y nada más de un aciego recuerdo que nunca fue
Su rastro que me deja en forma de virus atroz que anula
hasta la última sinapsis de sentido, en esta, nuestra dimensión...