Buscándote

Toda la tristeza en esta noche. Quizá la luna llena, tal vez un sentimiento inoportuno. Sabes que te quiero aunque ni yo mismo se explicar por qué. Pero el amor puro es casi como besar la muerte; tus labios dilatan mi prolongada agonía, y en la hondura de mi pecho veo mecerse mi sepulcro.

Heridas que sangran en la noche mas triste, heridas que no seran nunca citatrices, heridas de ausencias que evaporan las ganas de seguir luchando. Duermo. Dormir es el calmante de mi dolor. Sueños profundos de las madrugadas del llanto, los que son mil y un olvidos los que esperan...

La tristeza de la noche rompe en mi soledad contagiada de otoño de hojas que caen muertas, donde caen, como las hojas, las ausencias a mis pies, donde la lluvia arrastra una pila de recuerdos puntiagudos.

¡Cuánto vano intento de volar para no ver nada, no ver mas que el humo removido por las alas del silencio que se clavan en un mar saturado de naufragios

¡Amor¡ ¡Cuántas noches sintiendo tu flagrante presencia, aun cuanto mas honda y profunda es tu ausencia ¡Cuánta desesperación, cuánta desazón encierra un corazón hecho añicos

¡Querida mia, cuando el viento golpea fuertemente las ventanas del corazón; cuando la lluvia derrama toda su melancolia en los pies del alma; cuando las sombras entran sin ser invitadas hasta el vestíbulo de nuestra mente y se aloja indefinidamente en ella: lo único que deseamos es dormir y soñar, o despertar si de una pesadilla se tratare.

Te prometí aguantar. Te juré que no me dejaría derribar por esta perpetua soledad, por esta insoportable compañera que desde que me dejaste, no me abandona. Pero me es imposible. Te añoro demasiado. Hemos compartido tantas cosas juntos, durante tanto tiempo; que mi cuerpo, mi alma entera no puede mas que adolecer de este gran vacío que me ahoga por dentro.

¡Querida mía Hoy te dedico este escrito porque veo llegar, desde lejos, ese espectro que corta con su mortal gillotina los finos hilos que nos separan. Por fin puedo decir, amada mía, que nuestro reencuentro se adelanta.
Hace tiempo que se me pudre el cuerpo, y la espera me pudre el alma.

Tu enfermedad nos separó, nos desgajó el corazón dejándonos indefensos, alejados e injustamente ajusticiados. ¿Qué soy yo sin ti? Un saco de huesos con piel reseca y cansada. Un palo seco sin rumbo ni vida. ¿Para qué respirar, si desde que te fuiste ya fui muerto en vida? Ahora espero la muerte absoluta, la definitiva. Y con ella espero que se una lo que nunca se hubo de separar.

Esa mano invisible, dueña de robar el aliento en cualquier momento, sin mas trato que el abandonarte in situ, me empieza a oprimir la garganta. Percibo ya ese inconfundible olor a muerte. El dolor es tan intenso a veces, que me es difícil soportar esta pequeña agonía. Una agonía agridulce que me acerca a ti.

Mi amada, creo que esta noche será la definitiva. Jamás las garras de la muerte apretaron tanto. Jamás vi tan cerca un reencuentro tan añorado. Jamás se me hizo tan largo escribir unas líneas.

Amor, ven pronto a buscarme porque yo...

Miguel no pudo seguir escribiendo. Una crisis, la última, seguida de un paro cardíaco fueron las causas clínicas de su muerte.
No sabemos si existe alguna unión, si hay alguna via unitiva entre el cuerpo y el alma. Pero los labios de Miguel entonaba una sorda sinfonía con una melódica sonrisa.
Probablemente Miguel se encontraba en ese paraíso perdido donde el reencuentro con su mujer era inevitable. Donde los dolores y las náuseas no son el acicate de una agonía diaria. Donde los colores vuelven a ser nítidos, la lluvia envuelve y la brisa acaricia.
Alilí es muy posible que más que terminar, comenzase la historia que nunca se debió interrumpir.

(C) Fran Bretones