Cuando la mañana aprieta y el sueño empieza a colapsarse
la bucolica estampa urbana oxidarse y tu mirada desvanecer
siendo de algún modo ya del propio engaño consciente
me pregunto de la necesidad de ser arrancado de tu seno fraternal
¿Por qué no pudieramos jugar en la nieve por un milenio más?
La certidumbre de mi pérdida al abrir los ojos en esos momentos
me priva de la felicidad que tu pronta presencia en tal zona me otorgó
igual que la transmutación aquella, donde la compresión y una cierta inocencia
en deshonesto trueque, por animadversión y desconfianza cambiados son
Me levanto entonces no rogando a Dios o pensando en como recuperarte
pues soy consciente de que te quedas sola, atrapada, congelada, por siempre
allá en lo hondo de la grieta infranqueable de plano remoto,
extinguido, corrido al más hiriente de los rojos
¿Por qué no pudieramos jugar en la nieve por un milenio más?
Todo lo que necesitara ya queda concebido en su interior
¿A qué más debiera renunciar para que mis plegarias sean respondidas?
¿Por qué no pudieramos jugar en la nieve por un milenio más?
Bola de cristal escondida en lo íntimo de cierta alma de invierno
a salvo de los tentáculos de Mundo Nexo
al cual no dejaré de pertenecer por un momento
mientras que todo fruto de una idea devora entre sus metódicas fauces