Yumi Nahalem: Contemplad el ruido que ahora os envuelve constriñendo en la niebla a un mundo en su conjunto, el torrente oscuro que hace temblar a vuestros corazones, las amables palabras que ya no los confortan en grado alguno.
Narae: Toda esperanza ha de perderse eventualmente entre retazos y remiendos de vil tiempo apenas recordado, reflejado en los oxidados espejos de la recámara de nuestras almas ya perdidas.
Yumi Nahalem: La mano del aprendiz puede ser similar en cuerpo a aquella perteneciente al maestro, mas no en sustancia, en su propia esencia, ¿no crees? El propio espíritu, lo que de él remanente queda al menos, puede adaptarse y sobrevivir a la más terrible de las olas si así cabe en su voluntad, vosotros mismos llegasteis a comprobarlo, ¿no es cierto?
Narae: Ahora todo es diferente. No hay materia a dominar, no hay objetivo o final alcanzable a la vista o a la propia mano. Solo caos, una vorágine de sentimientos y cadenas de la que se antoja no poder escapar. Un viento terrible que borra cada huella que levantasteis en las blancas arenas de la costa una vez. Nada en el paisaje bello, digno de ser contemplado sin el riesgo de ser engullido para siempre por el vil ciclón entre las raíces de nuestros agitados seres.
Yumi Nahalem: Yo era igual que vosotros hace algún tiempo, antes de que… por azares de un destino irrelevante se me ascendiera a aquellos altares tanto tiempo, abandonado en la memoria de un pueblo. Mi carne es mortal y mi psique igual de humana que la vuestra. Así solo pues, estoy aquí ahora por la inercia, la fuerza que conlleva consigo el poder de una fe, el aura de un credo, ¿no decíais acaso una vez que también querríais alcanzar las mismas cotas entre el mar de nubes, experimentar el propio sueño originalmente concebido con vuestros propios sentidos, más allá de esta tierra hueca, yerma?
Narae: Si, pero es extremadamente costoso para mí siquiera el recordar la premisa de vuestras dulces palabras sumido en lo peor de una debacle que nunca parece llegar, nunca parece marcharse. Terrible la vez en la que he de observar en la distancia cada sutil paisaje, cada vez más emborronado hasta que acaba desapareciendo, ese por él que nunca juntos caminaremos sus senderos. Una pesadilla recurrente, el caer de cada grano de arena en vano por vosotros sacrificado.
Yumi Nahalem: Vuestras palabras intentan expresar, se me antoja, lo mismo que tan claramente en vuestro rostro eones atrás llevo creyendo percibir. Remanentes de una ilusión, una fantasía tal vez que no ha muerto del todo en la psique de aquellos que en primer lugar la concibieron…
Narae: Si tan solo hubiera palabras para expresar la tristeza y la debacle de mi interior por no haber sido lo que os merecíais, poder pedir en condiciones perdón por aquello que ni siquiera yo mismo puedo acabar por entender o…
Yumi Nahalem: Como dije en el principio, no hay sino que contemplar el mismo ruido que en sus oscuros designios los Primigenios del Oeste nos envían. Aceptar la maldición con la que ellos mismos sus psiques arruinaron y luchar, dar lo que en nuestras manos está para nunca acabar igual. Su presencia está precisamente para este fin y nada más. Haz la prueba, acude a mi lado en el día de hoy y no soltéis por nada concebido, o que hubiere en este mundo existido, la idea prima, el origen de esas cálidas, agitadas emociones con las que a mí habéis acudido en este día de comienzos de la tórrida estación… ¿Capaces de hacedlo creéis que seréis?
Narae: Un buen puerto a arribar es el destino en el que hace tanto que por desgracia dejé de creer al parecer.
Yumi Nahalem: La respuesta a la cuestión emana dentro de ti, rebota en las verdes praderas de un pasado común, raudo en el viento entre las briznas de hierba, hace eco en los pasajes de las cuevas costeras donde la ermitaña se oculta para reverberar de nuevo en su ser. Por eso… la respuesta sé a la pregunta, desde otrora otra época en la que juntos pudimos estar.