Cuando el equilibrio roto se halla
la llave de las mil puertas no abre ya ninguna
Sol crepuscular dando de soslayo a la torre de aquellos sueños
Sin embargo, ya no quedamos ninguno de nosotros dentro de ella
Azotea amada de cientos de estrellas condecorada
Su acceso imposible resultó ser en tiempos dispares
para esos que en la Divergencia nunca se hallaron.
El niño duerme, el monstruo crece
Donde anduvieron tus pasos inocentes,
solo muy grises sombras permanecen
El tiempo corre, la nada aprieta
Y cuando crees alcanzar cierto espejismo de mente, distorsionada
Se esfuma entre melancolicos tonos, los mismos del último sol,
que en monotono ocaso se hunde para no más volver.