Tu lamento es el cantar resonante que rebota en mi cabeza todas las mañanas al despertar ante una jornada no deseada que muere para quedar apilada con las otras formando una montaña indeterminada de aspiraciones por siempre cumplir y promesas una tras otra, sobre el cadaver fresco y mullido de la última.
Tu foto en esta dimensión me muestra una efigie tan o más hermosa de lo que en aquella época ya algo remota alcance a soñar, a advertir en tu cruel, altivo semblante infantil. No dejo de mirarla otra vez para alimentar mi mirada y nutrir mis pretensiones mientras estas líneas escribo.
¿Fuiste tu y no otra persona la que un ciclo olímpico atrás me rompiste por completo? ¿Se advierte sentido, final o siquiera intención inicial por tanto desgarro e intolerancia a ciertas ideas de un alma agitada?
Seguramente solo fui una insignificante víctima más que pasó inadvertida a ojos del resto, una muestra del plan sin plan que es está realidad completamente nihilista a la que me aboco a vivir a falta de un solo paso funesto en el otrora alfeizar de venta bañado por la belleza intrínseca, sencilla, muda e inesplicable de la luz de un melancólico atardecer otoñal.
Y nada más que añadir porque por supuesto, esta farsa, como muchisimas otras, continúa en escena sin interrumpción o siquiera espectador que se pregunte de la necesidad de tseguir con todo esto.